Fuente: clarin.com
Un especialista de Vialidad de Santa Fe advierte que las intervenciones actuales los deterioren y propone un manejo con bioasfalto, banquinas cóncavas y con vegetación, y huellas en zonas bajas estabilizadas con piedras y otros materiales.
Los problemas para transitar por los caminos rurales generan reclamos constantes de los productores, que cuando llueve no pueden acceder a los lotes, los potreros y los tambos. Además es una de las principales causas del aislamiento de la gente en el campo, con un fuerte impacto en su calidad de vida.
El ingeniero Carlos Casali, jefe de la Zona Rosario de la Dirección Provincial de Vialidad de Santa Fe, elaboró una propuesta para el manejo sustentable de los caminos rurales en la que advierte que el mantenimiento que se les viene realizando en realidad los erosiona y deteriora.
El especialista recuerda que la valoración que se suele hacer del cómo se mantiene un camino es la velocidad que la que acude el personal de Vialidad luego de una lluvia con tractor, disco y motoniveladora para “rasgar” el cuerpo de los caminos y emparejar el “huelleo”.
El estado de los caminos complica el acceso y la salida de los campos luego de las lluvias.
En su opinión es una valoración limitada. “Cuando se trazaron originalmente, los caminos poseían sus calzadas al mismo nivel que los campos linderos. Hoy tenemos muchos kilómetros de caminos hundidos y deprimidos 1, 2 y hasta 3 metros. Los estamos deprimiendo entre 1 y 2 centímetros más, en promedio, con nuestro sistema de mantenimiento”, avisó.
El problema es que el sistema vigente para mantener los caminos es la única obra de mantenimiento que no implica el agregado de materiales: “Sacamos el suelo de las cunetas de los mismos caminos para arreglarlos. A nadie se le ocurre, por dar un ejemplo de otra obra, rascar los materiales de una pared de una casa para arreglar otra. Siempre se traen nuevos materiales”, explicó.
La forma de mantenimiento actual contribuye a la erosión de los caminos. “Las consecuencias de este manejo de caminos son los efectos devastadores de la erosión hídrica, y en menor medida la eólica, que literalmente se los comen, ya que dejamos los suelos desnudos y removidos”, planteó Casali.
La acumulación de agua de lluvia es otro problema grave en los caminos.
Hay que sumar una dificultad más: al irse deprimiendo los caminos cada vez están más cerca de las napas, con serios problemas de transitabilidad. Además, debido a la erosión creciente en las cunetas, cada vez se hacen necesarias alcantarillas de mayor diámetro y más deprimidas, ya que los accesos a los campos quedan “colgados” y muy altos, cortando el agua las calzadas.
Otro concepto cuestionable es que las calzadas de los caminos se arreglan porque se ahuellan. Y es básicamente al revés: se ahuellan porque se mueven. Por supuesto, hay tramos puntuales con napas cercanas donde se profundizan las huellas. Lo que hay que hacer en estos casos es estabilizar las calzadas, no moverlas.
“La prueba fehaciente está explícita en los caminos rurales terciarios donde no hubo tiempo de ir a arreglarlos y quedaron abandonados y “empastados”. Ahí precisamente están más firmes”, indicó el ingeniero.
A ningún productor se le va a ocurrir mover el camino de acceso desde la tranquera a su chacra. Los dejan empastar sin mover y se garantizan tener el tránsito asegurado bajo cualquier condición climática.
Para cambiar esta situación, Casali propone:
1-Las veredas (áreas entre cunetas y alambrados) constituyen los corredores rurales o de la biodiversidad: deben dejarse desarrollar con vegetación espontánea. Son biorefugios que consumen agua y fijan el suelo. No deben ser fumigados, porque en los lugares en los que se pulveriza quedan los suelos desnudos, crece la erosión, socavación y terminan “colgados” los postes de los alambrados.
2-Las cunetas deben ser empastadas y con un diseño que tienda a ser cóncavo para disminuir la velocidad del agua. La vegetación, además de evitar la erosión hídrica, posibilita que las cunetas tengan mayor capacidad de infiltración y retención de agua.
3-Banquinas empastadas: este aspecto es central para la consolidación y estabilización de los suelos, porque con la vegetación disminuye la velocidad del agua y escurre sin arrastre de suelos, la principal causa de que los caminos estén cada vez más deprimidos.
4-La calzada por la que circula el tránsito debe estar ubicada en el centro de la zona de camino para favorecer la compactación del suelo y limitar la infiltración de agua. Es común ver lo rápido que se secan después de las lluvias aquellos caminos que por falta de tiempo no se “arreglaron” con el sistema tradicional de mantenimiento. No obstante suelen formarse huellas específicas por zonas, especialmente con napas cercanas. En estos casos lo mejor es estabilizar la calzada con materiales (piedra, escoria, etc.) y no remover.
“El gasto en equipos viales se disminuye drásticamente con esta propuesta y se incorpora la cortadora de pasto como herramienta esencial, que es mucho más económico. Con los costos que se ahorran, se pueden comprar los materiales para ir estabilizando las calzadas en las zonas bajas”, recomendó el ingeniero de Vialidad.
En definitiva, la propuesta se trata de la implementación de un sistema para el control de erosiones basado en la cobertura vegetal -“bioasfalto”-, con cortes oportunos de pasto en banquinas y cunetas, al tiempo que se efectúan correcciones puntuales de huellas y se agregan gradualmente materiales para la estabilización de baches y bajos prioritarios.
En este paradigma, la calidad del manejo de los caminos será valorada por la cuantía de la cobertura vegetal que tengan las banquinas y cunetas, y por el ritmo de agregado de materiales estabilizadores. En Inglaterra, al pasto lo llaman “cemento verde”, por la firmeza y estabilidad que le confiere a los caminos. En cambio nosotros lo desgarramos utilizando discos y motoniveladoras, provocando las severas erosiones.