Fuente: acacoop.com.ar
Url: https://www.acacoop.com.ar/lacoopacaecer/publicaciones/ACA/516.pdf
Una propuesta de manejo sustentable de caminos rurales ya se está implementando en más de 30 localidades santafesinas. El ingeniero Daniel Costa –su autor e impulsor- la señala como de “costo cero”, porque se trata de sustituir gastos por inversión.
Uno de los mayores problemas que aquejan a la sociedad argentina es el mal estado de los caminos de tierra, que impide el normal traslado de las personas como de la mercadería.
En la mayoría de estas vías de comunicación el deterioro parte de la simple idea y acción de “mantener caminos”, sin atender elementales reglas de sostenibilidad.
De allí que el ingeniero agrónomo Daniel Juan Costa, observando estas cuestiones, viene trabajando en una propuesta superadora de manejo sustentable de caminos rurales que se extenderá en corto plazo a 70 localidades, entre comunas y municipios de la Zona 6 de Vialidad Provincial de Santa Fe, con la expectativa de llevar la propuesta de manejo sustentable de caminos de tierra donde por ahora el foco central está en el uso casi excluyente de las motoniveladoras.
Esta gestión de “costo cero”, porque se trata de sustituir gastos por inversión, está teniendo una creciente aceptación en los diferentes ámbitos. A continuación, un resumen de la propuesta:
Introducción
La Red Vial Nacional tiene una extensión de aproximadamente 500.000 kilómetros, de los cuales el 80% (400.000 km) son de tierra. La provincia de Santa Fe, en particular, cuenta con 59.000 kilómetros de rutas y caminos, donde el 89% (53.000 km) están sin pavimentar.
Asumiendo un ancho promedio de 25 metros, afectan alrededor de 1.000.000 de hectáreas a nivel nacional; mientras que en el área santafesina son 90.000 hectáreas, ante un ancho promedio de 17 metros. Estos datos explicitan, por su cuantía, la importancia del manejo de estas áreas, que comprenden además del camino específico, banquinas, canales de desagües, y un espacio de ancho variable comprendido entre las cunetas y los alambrados que constituyen sus límites.
Estas áreas también están expuestas a fenómenos climáticos crecientemente extremos, tanto en cantidad como en intensidad de lluvias, sequías, vientos e inundaciones.
Asimismo, el entorno productivo se modificó en las últimas décadas y, como consecuencia, disminuyó la capacidad de consumo, infiltración y retención de agua. El INTA Marcos Juárez y ensayos en INTA Pergamino denotan al respecto:
- Un monte consume en promedio 2.000 mm de agua por año.
- Un cultivo de alfalfa 1.800 mm por año.
- Un cultivo (soja, maíz, etc), aproximadamente 500 mm por año. (530 mm promedio de cuatro campañas en Pergamino).
- Un cultivo de trigo-soja, 900 mm por año (trigo 440 mm + soja de 2º, 425 mm ídem Pergamino).
En cuanto a infiltración, una pastura tiene una capacidad promedio de 70 a 100 mm por hora; un cultivo de grano en rotación –ejemplo, soja- 30 mm por hora y en monocultivo cae a 9 mm por hora, hasta saturación del suelo. Si bien son datos no extrapolables a otras regiones, los menciono para tener una idea relativa.
El área destinada al traslado recibe más cantidad de agua por los efectos mayores de lluvias en general, menor consumo, capacidad de infiltración y retención del área productiva, con predominancia de un cultivo de granos por año. También agravan la situación el aporte de canales de desagües irregulares en algunos campos puntuales, y la carencia en algunas zonas de obras de conducción de aguas excedentes.
En el otro extremo las sequías, con episodios de mayor intensidad y vientos que empeoran la voladura de los suelos.
Desde el punto de vista de la biodiversidad, tanto vegetal como animal, el ambiente está sometido a gran presión por la homogeneidad creciente de los cultivos en cuanto a tolerancia a insectos, enfermedades, eventos biotecnológicos, entre otros. El paisaje tiene cada vez menor variabilidad y espacio para la vida vegetal y animal en general.
El paisaje tiene cada vez menor variabilidad y espacio para la vida vegetal y animal en general
La presión selectiva también alcanza al área que comprende desde el alambrado hasta la zona de desagüe que, generalmente, es de uno a dos metros de ancho y en algunos casos menos (veredas), que es tratada con fitosanitarios en muchos casos con la misma lógica productiva de los cultivos lindantes.
El resto de la zona de traslado que comprende desagües y banquinas es removido masiva y frecuentemente de cuneta a cuneta, eliminando la cobertura vegetal.
Remoción y después…
Generalmente, en el área de transito existe un común denominador para su manejo: la remoción periódica y masiva de caminos con suelo desnudo y diseño de desagües en “V”.
La remoción persigue el objetivo de “borrar las huellas” y “abovedar”, para que el agua escurra y los caminos se sequen rápidamente. Con este sistema, la gestión es valorada por la capacidad de mantener las vías de tránsito “arregladas”, luego del huelleo o rotura
posterior a cada lluvia.
Los caminos se trazaron en una cota a nivel de los campos. Actualmente, en muchos tramos del acceso sudeste de Peyrano (Santa Fe), el denominado “Camino de la Feria”, se notan desniveles que llegan al metro y medio, o sea una pérdida de suelo promedio de dos centímetros por año.
Así pues, haciendo jugar la variable del tiempo, se falsa la idea o percepción de “estoy manteniendo los caminos”. Contrariamente, se están deteriorando los caminos.
De seguir haciendo lo mismo, esto es, remoción y abovedado de cuneta a cuneta, desagües en “V”, banquinas sin cobertura vegetal, habrá un creciente agravamiento de los caminos aunque tengamos la ilusión de que puntualmente los arreglamos y mantenemos.
Se suma otro problema no menor: se hace cada vez más costosa y poco viable una futura pavimentación, ya que hay que agregar miles de toneladas de suelo.
Los efectos de este manejo son la devastadora erosión hídrica y en menor medida la eólica, que se los “comen”. Los caminos fundamentalmente se huellean o se rompen porque se mueven. No obstante en tramos con napas cercanas, donde se profundizan las huellas, hay que rellenarlos, consolidarlos; no moverlos.
Para significar no mover el suelo y ganar en piso basta recordar que años atrás en época de cosecha, después de lluvias, había problemas de piso y se tardaba en entrar con las maquinarias al lote. Actualmente este inconveniente se atenuó notoriamente porque
lo que cambió es la no remoción del suelo por la siembra directa.
Hoy por hoy, el parque de maquinarias utilizado para arreglar los caminos está compuesto por motoniveladoras (son el músculo de la remoción), discos para triturar toda clase de vegetación, retroexcavadoras (para altear los caminos). Allí falta la cortadora de
pasto, pues se está ante la lógica de la eliminación de la cobertura vegetal (asfalto verde).
En resumen, el piso y la transitabilidad sustentable están relacionados directamente con la no remoción y el empaste.
Nuevo paradigma
En nuestro nuevo sistema sustentable se propone:
Considerar sujeto a intervención toda el área.
Esto es, incluir en el manejo el espacio entre los desagües y los alambrados, que constituyen zonas angostas de y mucha longitud. Son los “corredores rurales”, así denominados por el ingeniero Santiago Poggio y su equipo (investigadores de FAUBA-CONICET). En estos corredores debe dejarse desarrollar en términos generales vegetación espontánea, pues sostiene buena parte de la biodiversidad, consumiendo agua y fijando suelo.
Los canales de desagües deben estar empastados
con un diseño que tienda a ser cóncavo, para disminuir la erosión hídrica. La vegetación posibilita que tengan capacidad de infiltración y retención de agua, transportándola no sólo de manera horizontal sino también vertical a través de la transpiración vegetal, aportando a la regulación del caudal.
El área de tránsito específica (camino) con un ancho no mayor de entre 5,5 y 6 metros
y en muchos casos más angostas, según sean caminos secundarios o terciarios relacionados con la intensidad de uso. Este aspecto es muy importante, porque es necesario centrar el tránsito para favorecer la compactación del suelo, limitar la infiltración del agua y ante una lluvia escurra hacia los costados con velocidad no erosiva. Se secan rápidamente aquellos caminos que por falta de tiempo no se “arreglaron”. No obstante suelen formarse
huellas específicas por zonas, especialmente con napas cercanas, y en estos casos hay que rellenar, compactar, estabilizar y no remover.
Banquinas empastadas
Este aspecto es central en la consolidación y estabilización porque con un diseño con pendientes no erosivas la vegetación disminuye la velocidad del agua y escurre con mínimo arrastre de suelos, principal causa de que estén cada vez más bajos (la madre de todas las batallas). Esta zona empastada debe ser un componente necesario en el manejo porque mejora su capacidad portante. Son verdaderas bombas hidráulicas que mantienen la zona firme y estabilizada. Y, aquí, la cortadora de pasto es una herramienta imprescindible, dado que con pasos sucesivos se selecciona a favor de gramíneas cespitosas –sobre todo gramón-, que con su una red de rizomas y raíces mantienen firme el suelo. Aproximadamente el 80% de la masa de raíces y rizomas se situará en los primeros 20 a 25 centímetros del suelo, con lo cual si se requiriera una corrección, el tapiz será de rápida recuperación.
El gasto en motoniveladoras, repuestos, combustibles, etc, baja drásticamente y se incorpora la cortadora de pasto.
Cemento verde
El objetivo es la estabilización y la “no remoción”. En las huellas o pozos se requiere un tratamiento específico que en muchos casos bastará con el paso de una rastra y agregado de materiales adecuados. Esta práctica, extendida gradualmente a toda la traza, permite que los materiales esparcidos al mezclarse con las partículas del suelo aumenten la compactación y disminuya, por ende, la infiltración de agua. Además, al formarse agregados más pesados, disminuirá ostensiblemente la voladura de suelos y minimizaría los riesgos de accidentes.
La gestión con este sistema será valorado por los kilómetros logrados de cobertura vegetal en banquinas y desagües. En Inglaterra, al césped lo denominan “cemento verde”, por la estabilidad que le confiere a los caminos; mientras que nosotros lo eliminamos.
Los miles de litros de combustibles, lubricantes y el uso de costosas maquinarias se reducirán y serán sustituidas por cortadoras de pasto y toneladas de materiales para estabilizar.
De esta manera se crea un proceso virtuoso con variabilidad biológica (corredores rurales), menores problemas con el agua excedente y con caminos más estabilizados, sabiendo que mañana estaremos mejor que hoy.
Comentario final
La provincia de Santa Fe es pionera en cuestiones ambientales y manejo de la cosa pública (Ley de Arbolado Público 9004/8; Ley de Fitosanitarios; Ley del Árbol, etc.). Tenemos la oportunidad y el desafío de poner a consideración este tema de alcance regional y hacer partícipes a Colegios Profesionales, Universidades, INTA, Asociación de Productores, Comunas, Municipios, para crear capital social y, conjuntamente, empezar a transitar por “el buen Camino”.