Las banquinas verdes, las cunetas verdes, ¿y las veredas?
Las veredas, son el espacio entre los alambrados y las cunetas. Pertenecen a la zona de camino, por lo tanto, son propiedad estatal, y tiene de vecinos generalmente a campos de producción.
Las veredas en el sistema convencional
El sistema convencional de mantenimiento de caminos considera a las mismas como fuentes de tierra (canteras), con lo cual, hasta cierto punto, no les viene mal que los productores sobrepasen sus límites y las pulvericen para tratar de mantenerlas sin cobertura.
En estas acciones hay un acuerdo tácito, pues se cree en general que limpiándolas evitan que las malezas «entren a los lotes» y «ya que está», se levantan las barras del equipo de aplicación cada vez que se realizan tratamientos con agroquímicos, sobre todo herbicidas, copiando el manejo dentro del campo. Suelen hacerse también -con buenas intenciones- pulverizaciones en las banquinas.
Los resultados de estas acciones son concretos: erosiones de las veredas, descalce de alambrados, la contribución a multiplicar las malezas resistentes que están dentro de los campos, la destrucción de biorefugios y la pérdida de conectividad entre los parches de vegetación natural.
El contraste de dos manejos del pericamino: del lado izquierdo se fumiga igual que en el campo; el lado derecho observamos un manejo sustentable.
Las veredas en el sistema sustentable
El sistema sustentable de mantenimiento de caminos, considera desde el punto de vista vial, que las veredas deben permanecer verdes para contribuir a fijar suelo y conducir agua en dos sentidos: hacia abajo por mayor infiltración y hacia la atmósfera por transpiración vegetal, restando aportes a los bajos por escurrimiento superficial.
Desde el punto de vista del productor, la vegetación espontánea contribuye a ampliar la zona de refugios, promoviendo la multiplicación de insectos polinizadores, benéficos, etc, también de individuos de especies plagas, pero sin la presión de los agroquímicos, y cultivos con eventos dentro de los lotes. Es decir que se suma a los refugios que -no siempre- se siembran, por ejemplo, en el cultivo de maíz.
Con el tema malezas suele haber confusiones, que tal vez se puedan aclarar con los siguientes conceptos:
- Todo lote tiene su banco de semillas de malezas y de acuerdo a los cultivos y/o manejos que se hagan, aparecerán en mayor o menor medida.
- Entran a los campos preponderantemente por las cosechadoras, que vienen de otros lotes infestados, por aguas de escorrentías, cunetas, vientos, aves, etc.
- Las entradas de malezas desde los alambrados son puntuales en la mayoría de los casos. Los sorgos, ray grases, yuyos colorados, etc. resistentes y ramas negras que están en los alambrados, salieron mayormente de los lotes; son las «malezas que supimos conseguir» y dichas resistencias se generaron dentro de ellos.
- La promoción de vegetación espontánea -evitando tratamientos masivos y rutinarios copiando lo que se hace dentro del campo- «frena» a las malezas porque mantienen a las veredas con cobertura vegetal todo el año. No obstante, inevitablemente aparecen puntualmente acacias negras, manchones de sorgo, palmeras, etc, que de ningún modo justifican tratamientos masivos del tipo «ya que estamos».
Por lo tanto, teniendo como objetivo lograr la mayor cobertura vegetal posible todo el año, para beneficio de la zona de camino, los campos de producción y el paisaje en general, se promueve la creación de la zona pericamino, es decir un vecino más, cuyo lote debe manejarse de manera específica, monitoreado por un ingeniero agrónomo.
Las primeras acciones concretas son hacer los tratamientos con agroquímicos en los campos hasta el alambrado, y al nuevo vecino, un manejo diferenciado para beneficio de todos.