Por Ing. Agr. Daniel Costa (mat. 82-2-0183)
Fuente: agrovisionprofesional.com.ar
Muchos procesos biológicos y físicos, (crecimiento, envejecimiento, oxidaciones, fatiga de materiales, etc), son graduales; por lo tanto no perceptibles ala vista de manera inmediata. Nuestro envejecimiento, no lo notamos día a día, pero ocurre. De modo que, es nuestra grosera unidad de medida, la que no lo percibe.
Ahora bien: ¿qué tienen que ver estas digresiones, con el tema que nos ocupa, acerca de los caminos rurales de tierra? Si prestamos atención en nuestra recorrida por las redes viales rurales, notaremos que, en muchos tramos, sino en toda la traza, su nivel, está por debajo del área productiva. O sea: el alambrado, en muchos casos, está «allá arriba».
Un testimonio del hijo de un productor que data de aproximadamente 70 años, da cuenta de esto, al decirme que su padre lo llevaba en sulky por el acceso sudeste de Peyrano, recordando haber visto un arado marcando una cuneta al mismo nivel del campo. Actualmente, hay tramos con desniveles de casi un metro y medio. Esto nos dice que se erosionó, a un promedio de dos centímetros por año, imperceptible a simple vista y en un corto plazo. Reitero la erosión continúa pero nuestra mirada sigue siendo grosera. Está claro que al menos en los últimos 70 años se manejaron los caminos de la misma manera, variando solamente, la capacidad y la potencia de las maquinarias.
Y también está claro que la erosión hídrica y la eólica son las causales principales de este deterioro. Por ello, nosotros, los profesionales de la agronomía, debiéramos abordar esta temática y mirar no sólo lo que ocurre del alambrado hacia adentro, los lotes, sino también del alambrado hacia afuera, área vial. Esto comprende el camino propiamente dicho, sus banquinas, desagües y la zona que media entre dichas cuentas y el alambrado, zona de vegetación espontánea (fig. 1).
El ancho de cada espacio depende del ancho total del área y varía según se trate de una ruta provincial (30 m), caminos rurales internos (20 m) o caminos rurales internos secundarios (15 m), inclusive algunos de 7,5 m. Dichas trazas corren por bajos, lomas, planicies, en suelos francos, salitrosos y en diferentes niveles de napas: o sea no es todo lo mismo. Cuando lo transitamos nos encontramos con las siguientes situaciones: caminos abovedados «recién arreglados» con pendientes erosivas de ambos lados, bien limpios de cuneta a cuneta (fig. 2).
El argumento es «se abovedan así porque se secan rápido». Claro el agua corre rápido pero se lleva camino, para colmo todo movido. Y una parte queda como sedimento en la cuneta y el resto se va con el agua.
Al año siguiente volvemos a mover el camino, maquinarias, combustible, lubricantes, mano de obra, y para dejarlo bien ahondamos la cuneta para llevar hacia arriba la tierra que se fue, y nos vamos un poquito más abajo y consecuentemente el alambrado un poquito más arriba.
Semejante movimiento anual de suelo, requiere de mucha mano de obra, combustible, maquinarias, por eso, ¡no alcanza! Y las comunas piden más y mejores motoniveladoras, para tener los caminos bien. Como no siempre es posible hacer todo esto, algunos se arreglan con una pasadita y nos encontramos con esto: camino con pendiente erosiva de un solo lado, es la típica tabla de lavar, muy notable porque se transita a los saltitos.
Otro caso, generalmente rutas provinciales, áreas anchas, donde no hubo tiempo de mover todo, y queda abandonado el centro con yuyos, y con dos bandas laterales por tramos erosivas. Y aquí algo más grave aún, estas áreas anchas, que debieran tener banquinas empastadas, lo mueven todo, con cual ante una parada de vehículos y con tierra se corre el riesgo de accidentes, ya que no hay banquinas para estacionar. En este caso agravado porque al haber pasto en el centro queda como una autovía pero sin banquinas (fig. 3).
Áreas angostas, generalmente caminos secundarios donde, queda un paso angosto y limpio de cuneta a cuneta (fig. 4). En estos casos hay muchas más limitaciones de tránsito, agravándose los problemas por lo angosto. Por ello es más necesario aún, mantener la mayor cobertura vegetal posible.
En resumen, el sistema de pensamiento imperante pareciera ser: caminos bien abovedados y limpios de cuneta a cuneta, cunetas despejadas para que corra el agua, caminos movidos todos los años en lo posible, dejar sólo yuyos (porque ya sería mucho gasto) desde la cuneta al alambrado y lo ideal sería que el productor limpie esa zona con herbicidas pero claro, no siempre se puede llegar a ese ideal, no somos todos prolijos y aplicados.
Con este sistema de pensamiento, cercano a un dogma, pues se da como cierto, tenemos los resultados descriptos y con gastos crecientes de maquinarias, de manos de obra, y hace casi 70 años que lo hacemos, así vamos por el mal camino.
Por ello me permito proponer otro sistema de pensamiento para abordar esta temática. Considerar el área total a intervenir de alambrado a alambrado, donde no sólo cuenta el camino sino las banquinas, desagües, diseño y área de vegetación espontánea. Por ambientes: diferentes anchos, intensidad de usos, tipos de suelos, bajos, salinidad, etc.
Considerar la vegetación como parte fundamental del área, como aliada, no como yuyos a eliminar.
El área libre entre cuneta y alambrado es una zona que debe permanecer con vegetación espontánea, consumiendo agua, manteniendo el suelo cubierto, protegiendo de la erosión hídrica, estimulando la biodiversidad, tanto vegetal como animal.
Las cunetas con diseño lo más cóncavo posible, empastadas, para morigerar la erosión y la velocidad del agua, permitiendo el corte si fuera necesario. Hay ambientes en donde el corte no es conveniente por ejemplo en zonas en donde proliferan ciperáceas, juncos, totoras, indicadores de napas en superficie o cercanas, que bombean agua ayudando a evitar el anegamiento de los caminos. Es común ver motoniveladoras arrasando con todo, sin tener en cuenta el ambiente.
Las banquinas, si el ancho del área da, o los costados del propio camino, empastados mantenidos con cesperas, seleccionando a favor de vegetación perenne estolonífera como gramón.
Las cunetas conducen agua excedente y la llevan horizontalmente hacia el nivel más bajo pero la vegetación también conduce agua, con la diferencia que lo hace verticalmente, desde el suelo a la atmósfera, una aliada. Esto permite que siempre haya vegetación bombeando agua, manteniendo el suelo firme, con un colchón de estolones, que en caso de tener que raspar para alguna corrección se regenera rápido el tapiz, como ocurre en las banquinas de las rutas asfaltadas. Es más eficiente mantener el área con cortadoras, que moverla todos los años.
Por último la zona de tránsito específica, debe considerarse el ancho, como si fuera una ruta o acceso asfaltado, entre 5,5m como el acceso a Peyrano y 6m Ruta 18 si el área lo permite. Las hay más angostas donde debe ser más estrecho, pero siempre teniendo los costados empastados para poder dar paso pues son en general, caminos de baja intensidad de uso.
Esto permite que sólo se pase por esa franja, favoreciendo la compactación, menor infiltración, menor huelleo, lo más plano posible, para que el agua escurra de manera no erosiva hacia las banquinas empastadas, con mayor poder de infiltración, retención de agua y evapotranspiración.
En los caminos de zonas con suelos salitrosos sobre todo con presencia de sodio, muy comunes en la cuenca del Arroyo del Medio, movidos de cuneta a cuneta, se forman verdaderos colchones de tierra, agravado cuando no llueve por la erosión eólica y con las lluvias por la erosión hídrica. La presencia de sodio genera la dispersión de la materia orgánica, y no favorece el agregado de suelo que se hace y vuela con mayor facilidad.
Por eso reitero, hay que manejar por ambiente y en estos casos tratar de consolidar el tramo vulnerable a agregado de materiales adecuados. Y con más razón en un ancho de camino no mayor a 5,5 a 6 metros, dejando empastado el resto. Debemos salir del círculo vicioso de remoción total, cuneta a cuneta, lluvias, falta de piso, erosión y vuelta a la remoción, por un esquema de consolidación vial compactación de camino específico y empastado el resto.
Es decir, preponderantemente, los caminos se huellean porque se mueven y no, se mueven porque se huellean. Se ahorrarían vastos recursos, combustibles, maquinarias costosas, y mano de obra de baja productividad en general. Dicho ahorro podría reorientarse en la consolidación gradual de caminos o correcciones puntuales, con el agregado de materiales apropiados.
Hay que tener una mirada amplia donde veamos el camino específico, los costados empastados, los desagües y un área de amortiguación biológica espontánea desde el desagüe al alambrado pues reitero, las áreas productivas son cada vez más uniformes. Hasta el presente se sigue con un paradigma aceptado por años, actuando siempre igual, porque siempre se hizo así.
El escritor francés Marcel Proust expresó que de los árboles humanos que poseemos, la «costumbre» es uno de los que menos nutrientes necesita para prosperar. Debemos reunir más nutrientes para hacer prosperar otro árbol, nuevo sistema de pensamiento, y comenzar a andar por el buen camino.